martes, julio 30





Caja Negra    


Madrid, 30 de julio de 2013

De la lengua y los derechos de las personas.

El día 24 de julio un tren Alvia procedente de Madrid descarrilaba en la curva de A Grandeira, a poco más de tres kilómetros de Santiago de Compostela. Mucho se ha escrito ya, y se escribirá en el futuro, sobre las causas y responsabilidades del accidente a pesar de que el maquinista haya asumido como propia una parte importante de la misma; y está bien que así sea si sirve para detectar lagunas en la seguridad y se pueden adoptar medidas que impidan en el futuro nuevos accidentes como este, que hasta la fecha ha arrancado la vida a 79 personas y hay 22 más que están en estado crítico.



Aquí no voy a escribir sobre las responsabilidades, si debe haber un sistema distinto de seguridad, o si en vez de uno deben ir dos maquinistas en estos trenes que no tienen la tecnología de la alta velocidad; tampoco del buen trabajo de mis compañero/as, ya expuesto en otros medios, sino de un hecho que pudo pasar desapercibido pero que puede ser un síntoma de algunas cosas graves que están pasando en este país y que afectan al interés general de la ciudadanía, de nuestro camino y rumbo como sociedad.

La noche del día 24, cuando ya la cifra de muertos superaba los cincuenta, el presidente de la Xunta de Galicia Alberto Nuñez Feijóo se dirigía en su lengua materna, el gallego, exponiendo la información que tenía al respecto a la TVG, y debido a la más que deficiente cobertura que hicieron del accidente otras cadenas nacionales (las más vistas), y en especial la pública, algunas cadenas menos vistas pero también de cobertura nacional y alguna autonómica pública enlazaron en directo con la televisión pública de Galicia, por lo que transmitían además de a Galicia al resto de España las palabras, en gallego, del presidente de la Xunta.

Poco después comenzó el rumor y al día siguiente la crítica básicamente en la red social twitter, respecto al hecho de que Nuñez Feijóo se hubiese manifestado en gallego y no en castellano o español. Leí algunos tuits a favor y en contra y decidí pronunciarme en el sentido de que en mi opinión Feijóo se había equivocado por utilizar una lengua que solo entienden en Galicia pero que tampoco tenía el asunto importancia como para pedir la dimisión, que decían algunos, y se trataba de aprender del error para no repetirlo.

            La reacción fue fulminante,  desproporcionada y numerosa, de quienes creían que Feijóo había hecho bien al usar solo el gallego, y según iba avanzando el debate algunos decían que había hecho bien pero habría hecho mejor si además del gallego utiliza el inglés, mientras otros, desde Cataluña, decían que la TV3 catalana estuvo conectada y aunque no entendieran nada lo respetan porque hablaba en su lengua y que yo era un fascista tratando de imponer el uso de mi lengua, el español, que algunos tanto odian. Eso de que las lenguas sirvan para entenderse no parece que tenga importancia.

            En mi opinión esto solo puede pasar en un país y en una sociedad desnortada, donde hay que revisar desde los cimientos una transición de la dictadura a la democracia que, a pesar de ser tan alabada (cada día menos porque parece que pasamos no a una democracia real sino a un sistema de corrupción con máscara democrática), parece haber dejado algunos pozos negros donde se pierde el sentido común y abunda el odio contra el semejante por actos tan ignominiosos como pedir que, en una situación tan angustiosa como la vivida esa noche, te informen en una lengua que entiendas si tu hijo, padre, esposa o familiar están vivos o muertos en el accidente.

            El error, atendiendo a las circunstancias y la magnitud del accidente es disculpable, de acuerdo, y quien pida por eso la dimisión de Feijóo es un sectario, pero no reconocer el error me parece más grave que haberlo cometido. En este caso hablamos de un accidente donde había ciudadanos de 10 nacionalidades y muchos de fuera de Galicia que no conocían dicha lengua, ni ellos ni sus familias, por lo que era un asunto de vital importancia, de elemental sensibilidad, manifestarse en la lengua que todos conocían. Hay que impedir que algo así vuelva a pasar. Hay que impedir que vuelva a estrellarse un tren por ninguna razón y hay que impedir que ante esa o cualquier otra catástrofe en la que pueda haber implicadas personas de otras regiones se les hable en una lengua distinta a la lengua común del Estado que entiende toda la ciudadanía.

            Imagínense a las 12 de la noche del día 24, con un familiar que viaja en ese tren, sin que los teléfonos de emergencia facilitados respondieran por saturación y sin tener noticias de si está vivo o muerto; imagínese siendo ciudadano de Madrid, o Cádiz o cualquier otra región con una lengua común, el castellano, escuchar (además con un sonido telefónico deficiente), al representante del Estado en dicha comunidad comentar durante minutos el accidente sin poder entender lo que decía.

            No hay derecho que valga a usar una lengua ante el derecho de la ciudadanía a recibir información comprensible en un asunto como este. Anteponer el derecho a hablar en una lengua despreciando la que conocen todas las víctimas y sus familiares es mezquino y miserable. Hacerlo por error, sobrepasado por la magnitud de la tragedia, es disculpable; defender que prima el uso de la lengua a los derechos de las familias de las víctimas es un acto de terrorismo intelectual es impropio de un razonamiento humano.

            Los derechos de las personas están por encima de todas las reivindicaciones territoriales o lingüísticas; solo desde una sucia cueva maloliente donde hace mucho tiempo que no entra aire ni luz, habitada por alimañas mononeuronales, se puede anteponer el derecho a expresarse en una determinada lengua a que las familias de las víctimas, padre, madre, hijo, hija, esposo o esposa… puedan ser informados en la única lengua que conocen de si su familiar está vivo, muerto o desaparecido.

            Nada tiene que ver esto con apoyar o no una u otra lengua. El Sr. Feijóo no es nada sospechoso de usar la lengua como algunos partidos independentistas, o como los nazis la raza, para dividir una sociedad y crear guetos donde poder imponer su modelo de sociedad o sus prácticas corruptas; pero en este país hay que separar los debates políticos, los debates sobre derechos territoriales, banderas y lenguas de los derechos de las personas, que deben anteponerse a todos los demás. Sin personas no hay derechos que valgan.

 José Manuel Sánchez Fornet
Sindicato Unificado de Policía
Presidente de honor.