sábado, diciembre 6

NADA QUE CELEBRAR

Esta mañana he discrepado en twitter con algunas personas sobre el significado de celebrar o no la Constitución. Como es difícil expresarse en 140 caracteres he decidido exponer aquí mi opinión al respecto.

 En España se produjo una Guerra Civil (1936-1939) donde las grandes potencias europeas ensayaron sus estrategias para la guerra mundial posterior. Alemanes e italianos apoyaron a los militares traidores a la II República votada por el pueblo, y Rusia apoyó al gobierno de izquierdas derrocado. Ganada la guerra por los militares golpistas, se instauró el régimen Franquista (1939-1975).

La dictadura murió con su dictador y su heredero, nombrado a título de Rey, no intentó mantener España como una dictadura aislada del mundo occidental y democrático al que geográficamente pertenecía. Estados Unidos, por la situación geoestratégica de España (el paso del Estrecho, la cercanía a África) siempre nos consideró un enclave necesario y por ello en 1953 se suscribieron, en el marco del Pacto de Madrid, tres acuerdos, siendo el más importante el que dio lugar a la creación en esa década de los cincuenta de las bases militares estadounidenses en Rota (naval) y en Morón, Torrejón y Zaragoza (aéreas). La disputa entre la dictadura del capitalismo emboscado en la democracia y la dictadura del comunismo del Este también movía sus peones en España. El papel de Estados Unidos y su influencia durante el siglo pasado y el presente en las decisiones y conformación de España con su estructura actual de Estado ha sido relevante, y han abarcado desde el ingreso en la OTAN en 1982 hasta la ayuda tecnología para detener a alguno de los últimos dirigentes de ETA.

Con ese acuerdo de 1953 (que no se habría suscrito sin las garantías de la Ley de Sucesión de 1947, una de las ocho leyes fundamentales del franquismo), Estados Unidos se garantizaba una transición a la democracia política y capitalista para la que decidió tutelar al rey Juan Carlos (lo que ya ha aparecido en algunos documentos desclasificados de Estados Unidos) y también al socialista Felipe González, sin dejar posibilidad a que la izquierda republicana que había perdido la guerra pudiera tener ninguna aspiración de conseguir el poder. Nada más morir el dictador en 1975 Juan Carlos es nombrado heredero a título de rey, restableciendo la dinastía monárquica en España. La Monarquía y la bandera simbolizaban la incardinación de España en el mundo occidental capitalista y el PCE de Santiago Carrillo “pasó por el aro” de aceptar ambas instituciones para ser legalizados. Nada hay que reprochar a quienes llevaban casi 40 años exiliados, luchando en la clandestinidad y siendo detenidos, torturados y encarcelados. Nace la Constitución en diciembre de 1978 y el 23-F de 1981, poco más de dos años después, vino a ser la vacuna definitiva que, de una parte, confirmó a los militares que su tiempo de gobernar había pasado y su sitio era en los cuarteles, y a la izquierda (menos ETA) que había que hacer una transición sin reclamar demasiado sobre el pasado. Y tan poco se reclamó, tanto se imbuyó del espíritu de reconciliación donde los que ganaron siguieran ganando y los que perdieron no reclamaran nada, que hoy somos el país de la UE que más muertos desparecidos tiene sepultados en cunetas sin que ningún Gobierno haya decidido acabar con esa infamia.

Consumado el cambio de régimen político de la dictadura a la democracia quedaba acabar con una economía teledirigida desde el Estado y convertirla en una economía de mercado, y esa tarea, para unos buena y para otros no, la hizo el gobierno de Felipe González (1982 – 1996), que la acompañó de una extensión del “estado de bienestar” entendido como pensiones, educación y sanidad a todas las capas sociales.

En el año 1989 se produce la caída del muro de Berlín que simboliza la caída de los regímenes comunistas en lo que se conoció como “el otoño de las naciones” y que afectó a Alemania Oriental, Checoslovaquia, Hungría, Polonia, Bulgaria y Rumania, y el posterior rompimiento de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Las democracias occidentales combatían dichos regímenes con la prosperidad y el estado de bienestar de su ciudadanía, pero a medida que fue pasando el tiempo tras la caída del muro y no había “competencia” en el sistema político, esos derechos se fueron precarizando y las grandes empresas y multimillonarios fueron imponiendo sus reglas a los Estados, convertidos en una pieza más del mercado capitalista salvaje. Si hasta China, estado comunista creado a imagen de la Unión Soviética en 1949, implantó el sistema capitalista de explotación del ser humano haciéndolo compatible con la dictadura política. El capitalismo se ha ido apropiando de todo, se ha colocado por encima de las democracias occidentales o de los regímenes comunistas y ha instaurado el mercado como religión por encima de todas las existentes; y con ello se ha conseguido que la situación de las clases trabajadoras, de los pobres de este siglo, se parezca cada vez más a la de los temporeros, obreros y agricultores de mediados del siglo pasado en la dictadura franquista o comunista. Queda un pequeño núcleo de estados que mantienen niveles de calidad de vida aceptables pero están siendo atacados por las personas con hambre que se desplazan y se integran y para los que no hay más recursos sino compartir los ya existentes, lo que genera tensiones sociales entre los más pobres que tienen que “repartir” su ayuda con foráneos, y por la deslocalización de las empresas que se instalan dónde pueden pagar salarios raquíticos de semi-esclavitud y no en países con impuestos para sufragar el nivel de vida digno de la ciudadanía.

La Constitución española de 1978, por el momento histórico en que se hizo, recogió algunas prevenciones sobre la clase política, fijando un número de aforados, de protegidos ante la justicia ordinaria mayor que la suma de Alemania, Francia, Inglaterra, Italia y otros países juntos, y fijó unos derechos a la ciudadanía avanzados, casi en sintonía con la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Pero era una ficción. Una ficción porque después, desde el PP y el PSOE se han hecho leyes que han desvirtuado ese espíritu hasta dejarlo en el limbo, y son muchas las normas que se pueden citar como las de reforma laboral, ley de seguridad ciudadana o ley hipotecaria, que según el tribunal de la UE deja indefensas a las personas ante las poderosas maquinarias bancarias, lo que posibilita que les sean robadas sus viviendas y además mantengan pendiente la deuda con el banco.

El poder de las grandes empresas es muy superior al del Estado, y así lo acredita que dos presidentes del Gobierno, de PP y PSOE, González y Aznar, sigan cobrando 200.000€ regalados simplemente por figurar en nómina de las mismas. Esa práctica corrupta debería suponer que ambos hubieran abandonado el país avergonzados por lo que han hecho, pero siguen acudiendo a actos de sus partidos políticos donde son aplaudidos y aclamados.

La crisis económica que se inició en EEUU en 2008 y se extendió por todo el mundo ha acabado de hundir la economía española (o mejor dicho, a los pobres) que hoy son más de 12 millones, cuatro de ellos en paro, y dos millones de estos sin ningún subsidio ni ayuda; niños que solo hacen una comida al día y en el colegio, enfermos que no pueden adquirir sus medicamentos o jubilados que viven envueltos en mantas porque no pueden pagar una energía cuyas empresas conceden beneficios millonarios a sus gestores y colocan a los presidente de Gobierno de PP y PSOE en sus nóminas con salarios que son un demostración de corrupción de la ética política de las empresas y los políticos.

Este Gobierno lo está haciendo mal; presta ayuda a los más poderosos, a los ricos, a los banqueros, y niega ayuda básica a los pobres, y aunque llegue un Gobierno de signo distinto no existen mecanismos suficientes de control e inspección que impidan las injusticias que se están produciendo. Todo el mundo tiene derecho a trabajo y vivienda. Vivienda no en propiedad, pero sí para vivir. Y a un trabajo que le garantice el sustento. Mientras esto no pase la Constitución no deja de ser una ramera prostituida por los viejos caciques que han transmutado en grandes empresas y en clase política y que siguen dirigiendo este país como lo hacen con su cortijo. Mientras un enfermo no pueda comprarse un medicamento, mientras un niño pase hambre y solo pueda comer una vez al día, mientras una familia pueda ser desahuciada o mientras un anciano pase frio porque no puede pagar la electricidad nuestra Constitución solo será un documento-estafa utilizado por los de siempre para vivir explotando a los que nada tienen.

Por eso yo hoy no celebro el Día de la Constitución, porque hay personas en la calle, niños con hambre y ancianos con frio. Y mientras la Constitución no garantice la existencia de un Estado que impida todas esas situaciones injustas no tengo nada que celebrar.