Esta mañana he discrepado en twitter con algunas personas sobre el significado
de celebrar o no la Constitución. Como es difícil expresarse en 140 caracteres he
decidido exponer aquí mi opinión al respecto.
La dictadura murió con su dictador y su heredero, nombrado a título de Rey,
no intentó mantener España como una dictadura aislada del mundo occidental y
democrático al que geográficamente pertenecía. Estados Unidos, por la situación
geoestratégica de España (el paso del Estrecho, la cercanía a África) siempre
nos consideró un enclave necesario y por ello en 1953 se suscribieron, en el
marco del Pacto de Madrid, tres acuerdos, siendo el más importante el que dio
lugar a la creación en esa década de los cincuenta de las bases militares
estadounidenses en Rota (naval) y en Morón, Torrejón y Zaragoza (aéreas). La
disputa entre la dictadura del capitalismo emboscado en la democracia y la
dictadura del comunismo del Este también movía sus peones en España. El papel
de Estados Unidos y su influencia durante el siglo pasado y el presente en las
decisiones y conformación de España con su estructura actual de Estado ha sido
relevante, y han abarcado desde el ingreso en la OTAN en 1982 hasta la ayuda
tecnología para detener a alguno de los últimos dirigentes de ETA.
Con ese acuerdo de 1953 (que no se habría suscrito sin las garantías de la
Ley de Sucesión de 1947, una de las ocho leyes fundamentales del franquismo), Estados
Unidos se garantizaba una transición a la democracia política y capitalista para
la que decidió tutelar al rey Juan Carlos (lo que ya ha aparecido en algunos
documentos desclasificados de Estados Unidos) y también al socialista Felipe
González, sin dejar posibilidad a que la izquierda republicana que había
perdido la guerra pudiera tener ninguna aspiración de conseguir el poder. Nada
más morir el dictador en 1975 Juan Carlos es nombrado heredero a título de rey,
restableciendo la dinastía monárquica en España. La Monarquía y la bandera
simbolizaban la incardinación de España en el mundo occidental capitalista y el
PCE de Santiago Carrillo “pasó por el aro” de aceptar ambas instituciones para
ser legalizados. Nada hay que reprochar a quienes llevaban casi 40 años
exiliados, luchando en la clandestinidad y siendo detenidos, torturados y
encarcelados. Nace la Constitución en diciembre de 1978 y el 23-F de 1981, poco
más de dos años después, vino a ser la vacuna definitiva que, de una parte,
confirmó a los militares que su tiempo de gobernar había pasado y su sitio era
en los cuarteles, y a la izquierda (menos ETA) que había que hacer una
transición sin reclamar demasiado sobre el pasado. Y tan poco se reclamó, tanto
se imbuyó del espíritu de reconciliación donde los que ganaron siguieran ganando
y los que perdieron no reclamaran nada, que hoy somos el país de la UE que más
muertos desparecidos tiene sepultados en cunetas sin que ningún Gobierno haya
decidido acabar con esa infamia.
Consumado el cambio de régimen político de la dictadura a la democracia
quedaba acabar con una economía teledirigida desde el Estado y convertirla en una
economía de mercado, y esa tarea, para unos buena y para otros no, la hizo el
gobierno de Felipe González (1982 – 1996), que la acompañó de una extensión del
“estado de bienestar” entendido como pensiones, educación y sanidad a todas las
capas sociales.
En el año 1989 se produce la caída del muro de Berlín que simboliza la caída
de los regímenes comunistas en lo que se conoció como “el otoño de las naciones”
y que afectó a Alemania Oriental, Checoslovaquia, Hungría, Polonia, Bulgaria y
Rumania, y el posterior rompimiento de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.
Las democracias occidentales combatían dichos regímenes con la prosperidad y el
estado de bienestar de su ciudadanía, pero a medida que fue pasando el tiempo tras
la caída del muro y no había “competencia” en el sistema político, esos
derechos se fueron precarizando y las grandes empresas y multimillonarios
fueron imponiendo sus reglas a los Estados, convertidos en una pieza más del
mercado capitalista salvaje. Si hasta China, estado comunista creado a imagen
de la Unión Soviética en 1949, implantó el sistema capitalista de explotación
del ser humano haciéndolo compatible con la dictadura política. El capitalismo
se ha ido apropiando de todo, se ha colocado por encima de las democracias
occidentales o de los regímenes comunistas y ha instaurado el mercado como
religión por encima de todas las existentes; y con ello se ha conseguido que la
situación de las clases trabajadoras, de los pobres de este siglo, se parezca
cada vez más a la de los temporeros, obreros y agricultores de mediados del
siglo pasado en la dictadura franquista o comunista. Queda un pequeño núcleo de
estados que mantienen niveles de calidad de vida aceptables pero están siendo
atacados por las personas con hambre que se desplazan y se integran y para los
que no hay más recursos sino compartir los ya existentes, lo que genera
tensiones sociales entre los más pobres que tienen que “repartir” su ayuda con
foráneos, y por la deslocalización de las empresas que se instalan dónde pueden
pagar salarios raquíticos de semi-esclavitud y no en países con impuestos para
sufragar el nivel de vida digno de la ciudadanía.
La Constitución española de 1978, por el momento histórico en que se hizo, recogió
algunas prevenciones sobre la clase política, fijando un número de aforados, de
protegidos ante la justicia ordinaria mayor que la suma de Alemania, Francia,
Inglaterra, Italia y otros países juntos, y fijó unos derechos a la ciudadanía
avanzados, casi en sintonía con la Declaración Universal de los Derechos
Humanos. Pero era una ficción. Una ficción porque después, desde el PP y el
PSOE se han hecho leyes que han desvirtuado ese espíritu hasta dejarlo en el
limbo, y son muchas las normas que se pueden citar como las de reforma laboral,
ley de seguridad ciudadana o ley hipotecaria, que según el tribunal de la UE
deja indefensas a las personas ante las poderosas maquinarias bancarias, lo que
posibilita que les sean robadas sus viviendas y además mantengan pendiente la
deuda con el banco.
El poder de las grandes empresas es muy superior al del Estado, y así lo
acredita que dos presidentes del Gobierno, de PP y PSOE, González y Aznar,
sigan cobrando 200.000€ regalados simplemente por figurar en nómina de las
mismas. Esa práctica corrupta debería suponer que ambos hubieran abandonado el
país avergonzados por lo que han hecho, pero siguen acudiendo a actos de sus
partidos políticos donde son aplaudidos y aclamados.
La crisis económica que se inició en EEUU en 2008 y se extendió por todo el
mundo ha acabado de hundir la economía española (o mejor dicho, a los pobres)
que hoy son más de 12 millones, cuatro de ellos en paro, y dos millones de
estos sin ningún subsidio ni ayuda; niños que solo hacen una comida al día y en
el colegio, enfermos que no pueden adquirir sus medicamentos o jubilados que
viven envueltos en mantas porque no pueden pagar una energía cuyas empresas
conceden beneficios millonarios a sus gestores y colocan a los presidente de
Gobierno de PP y PSOE en sus nóminas con salarios que son un demostración de
corrupción de la ética política de las empresas y los políticos.
Este Gobierno lo está haciendo mal; presta ayuda a los más poderosos, a los
ricos, a los banqueros, y niega ayuda básica a los pobres, y aunque llegue un
Gobierno de signo distinto no existen mecanismos suficientes de control e
inspección que impidan las injusticias que se están produciendo. Todo el mundo
tiene derecho a trabajo y vivienda. Vivienda no en propiedad, pero sí para
vivir. Y a un trabajo que le garantice el sustento. Mientras esto no pase la
Constitución no deja de ser una ramera prostituida por los viejos caciques que
han transmutado en grandes empresas y en clase política y que siguen dirigiendo
este país como lo hacen con su cortijo. Mientras un enfermo no pueda comprarse
un medicamento, mientras un niño pase hambre y solo pueda comer una vez al día,
mientras una familia pueda ser desahuciada o mientras un anciano pase frio
porque no puede pagar la electricidad nuestra Constitución solo será un
documento-estafa utilizado por los de siempre para vivir explotando a los que
nada tienen.
Por eso yo hoy no celebro el Día de la Constitución, porque hay personas en
la calle, niños con hambre y ancianos con frio. Y mientras la Constitución no
garantice la existencia de un Estado que impida todas esas situaciones injustas
no tengo nada que celebrar.