Mi amigo se llama Fernando. Ingresó en la Policía unos años antes que yo y lo conocí en mi primer destino, Puerta del Sol, donde estaba entonces la Dirección General de Seguridad y donde en esa fecha, abril de 1980, se seguía torturando sistemáticamente a los detenidos.
Fernando se afilió al SUP en la clandestinidad y siempre he mantenido contactos esporádicos con él; de allí paso a CRG (hoy UIP) y después a un "Z" en Madrid. Era un buen profesional, trataba a los detenidos con respeto humano como manda la ley, a la ciudadanía con deferencia, respeto y educación, nunca le vi abusar de su cargo y cuando había que hacer una detención usaba la fuerza proporcional necesaria para conseguirlo; y diferíamos en qué hacer ante un compañero que abusara del cargo o en política, él es conservador (aunque ya no del PP, ahora de Ciudadanos) y yo socialista.
Fernando está jubilado y su hijo es policía en la plantilla de Madrid destinado en la UPR. En contactos esporádicos, los últimos años por WhatssApp, me ha ido comentado como le iba a su hijo, claro exponente de muchos miles de policías de las últimas generaciones, con unas ganas que bien dirigidas los convertirían en los mejores policías del mundo, pero, según mi criterio, con una formación tan lamentable que provoca graves lagunas en muchos de ellos en el entendimiento de en qué consiste y como debe desarrollarse nuestro trabajo. Al referirme a las últimas generaciones no digo que sea responsabilidad del PP el desastre de la selección y formación de los policías porque en esto PSOE y PP han ido de la mano y han hecho lo mismo; me refiero a la masificación en las convocatorias, porque la orientación imprimida a la formación profesional es la misma, y muy deficiente, desde Felipe González hasta nuestros días.
Fernando me ha trasladado alguna vez los comentarios de su hijo respecto a que no entendía como él puede ser mi amigo y haber estado en el mismo sindicato que yo siendo yo, según su hijo y algunos compañeros, un enemigo de la Policía y de los policías. Aunque algunas dudas concretas planteadas por mi amigo se las aclaré con todo lujo de detalles, se me ocurrió que como hacía años que no nos veíamos podíamos quedar un día que yo fuera a Madrid y tomar un café con su hijo.
Así fue el pasado mes de octubre; el hijo, que no había querido cuando lo comentamos, ahora había tenido dos grandes desengaños, como ver que una medalla al menos blanca que se había merecido no se la daban, viendo que un compañero con menos mérito y antigüedad pero hijo de un mando la recibía, y porque creía haber hecho un examen perfecto para el ascenso a Oficial y había visto aprobar a gente que según su criterio están poco preparados pero también tienen "padrinos", y eso lo ha desanimado bastante.
El café se convirtió en comida y tuvimos tiempo de hablar largo y tendido sobre la Policía. El pasado día dos mi amigo me felicitó el año, cruzamos unos WhatssApp y me dijo que su hijo ve las cosas de distinta manera y que cree que ahora es mejor policía que antes de hablar conmigo, el mejor halago que podía oír yo tras la larga conversación.
Este proyecto o realidad de buen policía, todo corazón, como la inmensa mayoría hoy está bien ilustrado en su carácter de agente de la Autoridad, en la presunción de veracidad de su palabra y hasta reconoció que alguna vez ha denunciado a alguien por desacato y resistencia aunque la verdad es que simplemente se trataba de un borracho o un impertinente. Por cierto, esta práctica se viene denunciando desde hace muchos años, hay estadísticas que demuestran que hay policías que abusan de esta fórmula para resolver problemas (algunos parece que tienen imán y atraen a todos los "metepatas" del barrio cuando el problema son ellos, que son malos profesionales) pero, según el hijo de mi amigo esas denuncias hacen que los mandos, algunos mandos, te valoren más como profesional, lo que significa premiar a quien abusa de su cargo ante cualquier ciudadano. Hablamos de la falta de garantías y manipulación de la concesión de medallas, una práctica corrupta desde hace muchos años, y de que en los procesos de ascenso, en todos, no aprueban siempre los mejores sino que también hay manipulación y los "hijos de" siempre juegan con ventaja.
El hijo de mi amigo dice que si un mando le ordena retirar una bandera republicana que ondee alguien en una manifestación pacífica él debe obedecer esa orden. Y no seré yo quien le diga que no lo haga por las consecuencias negativas que tendría para él, pero si le pido que sea consciente de lo que hace y que actúe para que esa extralimitación que atenta contra los derechos civiles de la ciudadanía no pueda tener consecuencias negativas para él.
Porque cada año hay sentencias condenatorias, algunas con expulsión, contra policías por extralimitarse en el ejercicio de su cargo, y solo una de muchas veces que yo conozca un mando salió a hacerse responsable de lo ocurrido pero el juez entendió que el responsable era el policía que actúa, que si era una orden ilegal no debió cumplirla y al hacerlo asumió la responsabilidad.
Le expliqué unos 14 casos de indultos a policías gestionados en mis últimos años (dos en Ciudad Real, dos en Córdoba, en el GEO, en Madrid...) y en todos había errores involuntarios sin daño a la ciudadanía o la seguridad ciudadana pero la ley imponía la inhabilitación y ello conllevaba la expulsión; hablamos de la Policía y los policías y de cómo en muchas ocasiones la Institución, sus dirigentes, se convierten en el peor enemigo del policía decente, y que la ignorancia hace que muchos policías, funcionarios, trabajadores del Estado confundan su trabajo con la propia Institución y los perjuicios que ello puede suponer; comentamos el corporativismo que nos invade, que parece como si se hubiera formado a policías para proteger a sus compañeros por serlo aunque sean malos profesionales, no cumplan la ley y abusen del cargo, y no para proteger los derechos de la ciudadanía contra quien los vulnere, aunque sea un policía mal profesional... y me dio la razón en que un policía que identifica a unos chavales en un parque y levanta Acta con multa de 600€ a algunos de ellos por fumar hachís, jóvenes en paro y sin expectativas de trabajar en el futuro, el policía cumple la orden que le han dado pero no puede sentirse orgulloso de ello porque es un mal servicio a la sociedad, y si además es de los que parte la "china" de hachís para imputar más actas a más jóvenes es simplemente un policía corrupto.
Tuve alguna dificultad para explicarle que el Tribunal Supremo señala que solo se puede identificar a un ciudadano cuando se dan dos condiciones concretas y que la identificación sistemática e indiscriminada de personas (más de 13 millones en 2009, más que en todos los países de la UE juntos) es una grave vulneración de los derechos civiles, y que hacerlo selectívamente contra jóvenes y personas de aspecto extranjero, negros, o sudamericanos, también. Al final lo entendió porque yo no le pedía que dejara de hacer lo que le mandaban sino que tomara conciencia del Estado de derecho y la sociedad a la que servía y que apoyara un modelo de policía cuyos agentes tuvieran derechos, cosa que solo ocurre en aquellas sociedades donde las personas tienen esos mismos derechos y son respetados por los policías.
Expuse que no se puede pretender poder identificar a quien se quiera, acusar de atentado o resistencia a un borracho bocazas o a una persona maleducada, imputar tenencia de hachís a un joven falsamente con absoluta impunidad (todas ellas prácticas de mal profesional, unas inducidas por órdenes superiores y otras por iniciativa propia) y tener en cambio garantizados plenos derechos y garantías de limpieza en el funcionamiento interno, pues aquí los que actúan como policías son los mandos y a los policías básicos les corresponde el papel que los malos profesionales dejan a la ciudadanía ante sus prácticas: víctimas indefensas.
Expuse que no se puede pretender poder identificar a quien se quiera, acusar de atentado o resistencia a un borracho bocazas o a una persona maleducada, imputar tenencia de hachís a un joven falsamente con absoluta impunidad (todas ellas prácticas de mal profesional, unas inducidas por órdenes superiores y otras por iniciativa propia) y tener en cambio garantizados plenos derechos y garantías de limpieza en el funcionamiento interno, pues aquí los que actúan como policías son los mandos y a los policías básicos les corresponde el papel que los malos profesionales dejan a la ciudadanía ante sus prácticas: víctimas indefensas.
Siempre he defendido a los policías decentes y denunciado a los corruptos y malos profesionales. Quienes se sientan aludidos por mis denuncias que reflexionen sobre ello.