Javier Ardines,
pescador, 52 años, diputado de IU en el municipio de Llanes es asesinado el 16
de agosto de 2018. Convivía con su mujer, Nuria, profesora de instituto y dos
hijos mayores de edad. Ardines era una persona muy abierta y extrovertida y su
pareja una persona más seria, más introvertida, volcada en su trabajo y su
familia.
El presunto inductor del crimen es Pedro Nieva, que tenía una segunda residencia a escasos 100 metros de Ardines, adquirida por consejo de éste. La esposa de Pedro, Katia, es prima hermana de Nuria, la esposa de Ardines. Pedro y Katia conviven en Amorebieta con dos hijos mayores.
Dicen las
crónicas periodísticas que Ardines, ya casado con Nuria y habiendo nacida la
hija mayor del matrimonio, mantuvo una relación con Katia cuando esta tenía 17
años, hace tres lustros. Según confesión de Katia en su interrogatorio, dicha
relación se mantuvo inalterable a pesar de su matrimonio, del nacimiento de los
hijos, de la amistad entre su marido y su amante y su relación de confidencias y
casi como hermana con su prima hermana Nuria, esposa de Ardines. Ni Pedro ni
Nuria conocían la relación de sus respectivas parejas, Katia y Ardines.
Hay
diversas versiones sobre la relación en pareja de Ardines. Dicen que su esposa
conocía de sus relaciones con otras mujeres y lo toleraba, y otras crónicas
dicen que vivían en la misma casa pero ya no convivían como pareja. Sea lo uno
o lo otro, lo cierto es que Nuria desconocía que entre las amantes de Ardines,
si es que sabía de su existencia, estuviese su prima Katia.
Hasta seis
mujeres de la comarca y sus parejas han sido interrogadas por la Guardia Civil
dados los mensajes de wasap que se intercambiaban con Ardines. Tres de estas parejas ya
están divorciadas o en trámites. Al parecer Ardines sabía hacer que todas creyeran
que eran la más importante, o simplemente unas no sabían de la existencia de
otras.
A mediados
del pasado año, Pedro, el presunto inductor, sospechó que su mujer y su amigo Ardines tenían
una relación. Convivían mucho las parejas y miradas, comentarios, confidencias
posiblemente lo hicieron sospechar. Cuentan las crónicas que él le preguntó y
Katia lo negó con vehemencia aunque a él le quedó la duda. En una reunión
familiar de las habituales, Pedro dejó su teléfono oculto bajo una servilleta,
grabando, y salió del lugar donde estaban dejando solo a Ardines y su mujer
Katia. Al parecer los comentarios entre ellos no dejaron lugar a dudas. Se
manifestaron aliviados porque después de tantos años nadie supiera que mantenían
una relación. Confirmada la infidelidad,
Pedro remitió la grabación a la hija de Ardines, Alba. Ello provocó poco
después una fuerte discusión entre Nuria, la esposa de Ardines, y su prima
Katia, la amante, que acabó con la relación amistosa entre ambas. Esto fue pocos meses antes del crimen. Dicen que tras el asesinato de Ardines Katia preguntó a Pedro si había tenido algo que ver y él lo
negó. Por convicción o por otras razones Katia no volvió a insistir. La última vez que Katia estuvo en Prias, la parroquia
de Llanes donde vivía Ardines y adquirieron una casa Pedro y ella, fue el día del crimen, llorando en el lugar de los
hechos. No se entiende bien, si la Guardia Civil tomó declaración a la mujer de
la víctima y esta les informó de la infidelidad, desde el primer momento debían
haber enfocado la investigación hacia
Pedro Nieva, descartando móviles políticos y sin tener que llamar a seis
hombres, parejas de otras tantas mujeres de la zona de las que tres han acabado
en divorcios.
Este caso, como el de la
viuda de Patraix, que tenía cuatro amantes y convenció a
uno de ellos que asesinara a su marido, o la policía local Rosa López, acusada del
crimen de su expareja, policía local, instigando a su pareja del momento, también policía
local, o la condenada recientemente en Barcelona, Sandra Jacas, que tenía una
pareja y seguía llamado a la anterior hasta que coincidieron en un piso y su
actual pareja y ella lo asesinaron de varias puñaladas, evidencian el riesgo de
muerte por conflictos emocionales.
Las bajas pasiones. Dijo Joe
Kennedy padre, que los celos matan más hombres que el cáncer. Quizás entonces
las muertes de mujeres a manos de parejas celosas no se computaban, pero ellas
también mueren. Siempre ha habido infidelidad de hombres y mujeres a sus
parejas, desde los orígenes de la Historia de la humanidad. Hoy, con las nuevas
tecnologías, es bastante más fácil. Antes el tendero/a, el mecánico, el
profesor/profesora, el vecino/a, el amigo/a y su querido/a se veían, se
miraban, debían buscarse físicamente y quedar en un sitio discreto para sus
relaciones. La coincidencia en bares de copas o discotecas era y es otra vía de
contacto. Ahora todo es instantáneo y se producen muchos contactos por redes
sociales. Conozco a quienes viven en las redes solo para tener rollos. Hombres y
mujeres, soltero/as y casado/as.
Expongo someramente un ejemplo que conozco en primera persona. Hace no mucho tiempo, un guardia civil me pasó una cuenta de twitter donde había empezado a escribir críticas contra los mandos y a favor del movimiento sindical con identidad anónima. Le avisaron que estaba identificado (conocer eso lleva pocos minutos a cualquier brigada tecnológica de Policía o Guardia Civil). Se asustó y me preguntó si quería gestionarla pasándome la contraseña. Acepté. Pensaba mantenerla abierta y en suspenso hasta que él volviera a querer usarla, y revisándola, en sus comunicaciones directas que no borró encontré a una señora guapísima, casada según él, con la que había contactado por casualidad me dijo 24 horas antes, y que con ese mero contacto por la red ya le había enviado una fotografía suya y habían realizado comentarios insinuantes, queriendo ella visitarlo en su centro de trabajo, acompañarlo, a solas, a un cuarto oscuro que él le dijo que existía. Ella lo invitó a visitarla a ella (vivían en distintas ciudades pero relativamente cercanas), donde quedarían para “charlar”. Como si fuera dar los buenos días a un vecino. Una mujer que por su belleza le bastaría chasquear los dedos en cualquier lugar y tener una cola de hombres a sus pies. Pero parece que esto de las redes da morbo.
Expongo someramente un ejemplo que conozco en primera persona. Hace no mucho tiempo, un guardia civil me pasó una cuenta de twitter donde había empezado a escribir críticas contra los mandos y a favor del movimiento sindical con identidad anónima. Le avisaron que estaba identificado (conocer eso lleva pocos minutos a cualquier brigada tecnológica de Policía o Guardia Civil). Se asustó y me preguntó si quería gestionarla pasándome la contraseña. Acepté. Pensaba mantenerla abierta y en suspenso hasta que él volviera a querer usarla, y revisándola, en sus comunicaciones directas que no borró encontré a una señora guapísima, casada según él, con la que había contactado por casualidad me dijo 24 horas antes, y que con ese mero contacto por la red ya le había enviado una fotografía suya y habían realizado comentarios insinuantes, queriendo ella visitarlo en su centro de trabajo, acompañarlo, a solas, a un cuarto oscuro que él le dijo que existía. Ella lo invitó a visitarla a ella (vivían en distintas ciudades pero relativamente cercanas), donde quedarían para “charlar”. Como si fuera dar los buenos días a un vecino. Una mujer que por su belleza le bastaría chasquear los dedos en cualquier lugar y tener una cola de hombres a sus pies. Pero parece que esto de las redes da morbo.
Esta es la sociedad en la
que estamos y no hago crítica moral sobre la misma, allá cada cual con lo que
necesita para ser feliz, pero sí que se observa mucha superficialidad y
ligereza al tratar con los sentimientos de los demás. Porque supongo que como
otros, lo que buscaba mi amigo el guardia, casado, era un rollo, lo mismo que
buscaba ella. Y esas cosas si se hacen habitualmente pueden desembocar en que
la pareja de uno y otra se entere y la reacción puede ser imprevisible. O se
avisa a la pareja y se pactan las reglas de convivencia, de si pueden tener
relaciones más o menos esporádicas con otras personas y eso no afecta a su
convivencia, o en caso contrario hay que tomarse esos engaños con más rigor,
prudencia y cautela porque aunque la pareja siempre es la última en enterarse,
muchas a veces acaba haciéndolo y ocurren estas cosas.