martes, septiembre 10


LUTHER KING Y LA DIADA

 Dice Artur Mas que la Diada de este año será un fenómeno que superará al célebre acto del discurso “he tenido un sueño” de Martin Luther King, y que con ello transmitirá al mundo un mensaje nítido de los deseos de su pueblo, el catalán.

Hay comparaciones odiosas y esta es una de ellas. De la misma manera que los terroristas de ETA y sus cómplices han tratado siempre de equiparar sus actividades ilegales con las de las fuerzas de seguridad, amparadas por el mandato de legalidad y legitimidad que supone actuar en cumplimiento de la ley y cumpliendo órdenes de los políticos elegidos por la ciudadanía, Mas pretende equiparar un sentimiento separatista, excluyente, de personas cuyo nivel de vida es más alto y con mayor calidad de vida que pretende separarse de los que tienen menos para así vivir mejor, con la lucha desarrollada en Estados Unidos por un movimiento que pretendía acabar con la esclavitud y alcanzar la igualdad entre negros y blancos.

España es una nación de las más antiguas de Europa. Ha vivido guerras, ha dejado de ser un imperio, ha traicionado a ciudadanos saharauis en África huyendo cobardemente, ha abandonado a destiempo un territorio que era español, ha sido gobernada por sátrapas, por gente sabia y por dictadores y ha sobrevivido. Y en su historia Cataluña y los catalanes han sido muchas veces un elemento de enriquecimiento de la nación española y pocas, de confrontación. Tras la salida del túnel de la dictadura y con la crisis económica mundial que azota a medio mundo desde 2008 parece que toca vivir un periodo histórico de confrontación.

España es una gran nación que tras unos años de avance social y progreso está arrinconada por la corrupción, por las malas artes de la mayoría de sus dirigentes, por un gasto desorbitado y un despotismo en el gasto del dinero de todos para vivir como nuevos ricos con los impuestos de la ciudadanía, como si la democracia permitiera esos comportamientos de virreyes. Que sea ahora cuando Cataluña plantee su secesión y la ruptura del Estado español merece los más severos reproches, pero su estrategia es errónea porque si hay una clase política que no puede dar clases a las de otros territorios es la catalana; desde que el alcalde de Barcelona Pasqual Maragall señaló en el congreso las “mordidas” del 3% todos supimos que era una práctica mafiosa habitual en dicho territorio. Que el expresidente de la Generalitat tenga varios de sus hijos millonarios sin haber heredado ni tenido nunca más negocios que los realizados a la sombra del cargo político de su padre y ahora, por fin, investigados por la justicia, aclaran bien las intenciones de políticos nacionalistas que han decidido cruzar la línea roja que separa dicho planteamiento del abiertamente independentista.

Los documentos del padre del actual presidente, Artur Mas, con más de un millón de euros ilegalmente fuera de España, que legalizó en parte por prescripción y que en buena lógica debió heredar su hijo y actual presidente de Cataluña, califican a una clase política que parece querer un estado propio porque, además de sentimientos nobles patrióticos que puedan tener, están sin duda en una encrucijada ante la justicia.  Comparar lo suyo con un movimiento que quería igualdad y derechos para todos es una infamia política propia de un país donde la política está corrompida.